En el número 5.6ºA
Felipe se tumba al sol en su terraza sobre los cojines del sofá que se queda totalmente desolado mientras Felipe toma el sol en la terraza. Al mismo tiempo, se escucha a su compañero de piso, protestar porque no tiene donde apoyarse mientras mira el tomate. Felipe sale, con sus pantalones flojos y sus zapatos negros con cordones rojos, unas cuantas veces al día a la terraza para comprobar que sus plantas están en perfecto estado: las riega, las sube al borde del balcón, las baja, las cambia de maceta, las mira tirado en los cojines del sofá
Felipe es el vecino más famoso del vecindario pues es el que más se asoma a este cuadrilátero rodeado por sus cuatro lados de casas, de vecinos que no se conocen, de historias diferentes pero en el fondo cercanas
Al lado de Felipe, casi compartiendo terraza, una madre que tiende la ropa y su hijo; un niño de unos tres años que se sube a la ventana como a la grupa de un caballo y a veces grita un poco. Felipe, si está fuera tomando el sol o hablando por teléfono le sonríe al niño como confraternizándose con él para que no se convierta en una amenaza para sus queridas plantas. Encima, vive un grupo peculiar, son estudiantes y amenizan las tardes a golpe de guitarras y cantando canciones de Sabina.
Ya de noche, se comienzan a ver los interiores de las casas, Emilio, el del segundo puerta A, prepara los exámenes tirado en la cama con sábanas de color azul chillón. Un par de pisos más arriba, Manuel plancha una camisa sin camiseta ni nada que cubra su parte superior, está pegado a la ventana y detrás de él, aunque yo no lo puedo ver, está su hijo en la cuna.
Aquí vive mucha gente joven, muchos padres primerizos, muchos hijos inexpertos, muchos estudiantes aprendiendo de la vida, muchos solteros en su piso de solitarios. Como contrapunto, casi el único establecimiento de la zona, un centro de día para mayores. Es como una ironía de la vida que está ahí para recordarnos que el tiempo pasa.
Felipe es el vecino más famoso del vecindario pues es el que más se asoma a este cuadrilátero rodeado por sus cuatro lados de casas, de vecinos que no se conocen, de historias diferentes pero en el fondo cercanas
Al lado de Felipe, casi compartiendo terraza, una madre que tiende la ropa y su hijo; un niño de unos tres años que se sube a la ventana como a la grupa de un caballo y a veces grita un poco. Felipe, si está fuera tomando el sol o hablando por teléfono le sonríe al niño como confraternizándose con él para que no se convierta en una amenaza para sus queridas plantas. Encima, vive un grupo peculiar, son estudiantes y amenizan las tardes a golpe de guitarras y cantando canciones de Sabina.
Ya de noche, se comienzan a ver los interiores de las casas, Emilio, el del segundo puerta A, prepara los exámenes tirado en la cama con sábanas de color azul chillón. Un par de pisos más arriba, Manuel plancha una camisa sin camiseta ni nada que cubra su parte superior, está pegado a la ventana y detrás de él, aunque yo no lo puedo ver, está su hijo en la cuna.
Aquí vive mucha gente joven, muchos padres primerizos, muchos hijos inexpertos, muchos estudiantes aprendiendo de la vida, muchos solteros en su piso de solitarios. Como contrapunto, casi el único establecimiento de la zona, un centro de día para mayores. Es como una ironía de la vida que está ahí para recordarnos que el tiempo pasa.
2 comentarios
Joanna -
sarai -